Anotaciones sobre la pintura de paisaje

12/16/2011 Beldz 0 Comments


Estos días estoy leyendo "Cartas y anotaciones sobre la pintura de paisaje", del médico y pintor alemán Carl Gustav Carus (1789-1869). Por su formación, Carus expone sus ideas básicas sobre el paisajismo pictórico: la relación entre arte y ciencia, entre el hombre y la Naturaleza. Evidentemente, estos conceptos nos llevan a hablar directamente de la pintura de paisaje del Romanticismo, donde gustaba de representar al individuo rodeado de una naturaleza eterna e ilimitada. Ésto podemos verlo, sobre todo, en las pinturas de Caspar David Friedrich, del cual Carus era un gran admirador y amigo. No sólo se nota en sus pinturas, muy influenciadas por él, sino también en sus escritos, impregnados totalmente de la estética romántica. En un bellísimo pasaje del libro, que ahora mismo paso a reproduciros, describe poéticamente esa sensación de inmensidad que el hombre siente al encontrarse de lleno con la Naturaleza. Y es que para los románticos alemanes, la Naturaleza tenía un carácter místico y religioso; sagrado. Al leer ese fragmento, no pude dejar de evocar la ya tan conocida "Caminante sobre un mar de niebla" (1818), de Caspar David Friedrich, cuyas pinturas no pueden entenderse sin conocer ese carácter simbólico-religioso impregnado en el paisaje:

"Tan sólo lo que nos toque directamente, lo que esté estrechamente vinculado a nosotros, puede en sus mudanzas excitarnos con la mayor energía, y colmarnos de ansia o de odio; sin embargo en la Naturaleza libre, que nos parece como completamente objetiva, advertimos más bien una vida volcada sobre sí misma, calmada, regular. La mudanza de los días y las estaciones, el cortejo de las nubes y el fasto de colores de los cielos, el flujo y el reflujo de la mar, la lenta pero imparable transformación de la superficie terrestre, la erosión de las desnudas cimas de los montes cuyos granos producen al disolverse tierra fértil, el brotar de las fuentes que siguen los trazos de las montañas y acaban por confluir en arroyos y corrientes, todo sigue leyes eternas y calladas a cuyo imperio también nosotros estamos sometidos, cierto, que nos arrastran consigo pese a toda resistencia y que, sin duda, al forzarnos con un secreto poder a dirigir la mirada a una esfera enorme, gigantesca, de sucesos naturales, nos apartan de nosotros mismos haciéndonos sentir nuestra pequeñez y debilidad, pero cuya contemplación, no obstante, dulcifica al mismo tiempo las tormentas interiores y ha de surtir por fuerza un efecto apaciguador. Sube a la cumbre de la montaña, mira las largas hileras de las colinas, contempla el discurrir de los ríos y toda la magnificencia que se abre a tu mirada, ¿y qué sentimiento se apodera de ti? Es un tranquilo recogimiento, te pierdes a ti mismo en espacios ilimitados y todo tu ser se aclara y se purifica apaciblemente, tu yo se esfuma, tú no eres nada, Dios es todo".

Carl Gustav Carus: "Cartas y anotaciones sobre la pintura de paisaje. Diez cartas sobre la pintura de paisaje con doce suplementos y una carta de Goethe a modo de introducción". Madrid, Visor (La balsa de la Medusa, 54), 1992, pp.70-71.

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